Al sentir la liberación a través de los sonidos y familiarizarse con el entorno, se van agudizando los sentidos, se va despertando el cuerpo. Y es que la civilización nos pudre, nos corroe, nos hace perder lo más valioso, nosotros mismos. No es lo mismo una fotografía, ni un video, a ver la realidad con los propios ojos. Actualmente somos insensibles, inhumanos, sin capacidad de la satisfacción alguna, somos nada. Somos un montón de huesos sin objetivos ni porqués, sin funciones, ni conciencia, somos sencillamente un montón de vegetales inútiles. POr eso es que el paisaje, nos alivia, nos humaniza, nos hace sentir maripositas. Nos conserva y nos pone en contacto con la juventud, nos purifica, nos nutre. Nuevos pensamientos corren por mi cabeza a medida que voy pisando la arena, viendo al horizonte. Una nueva corriente que se acerca y me domina, y va cambiando mi ser. Mi manera de ver las cosas, es decir, la perspectiva, da un giro de ciento ochenta grados al revés. Definitivamente la reflexión ayuda a refrescar la mente, y se siente la diferencia al regresar a casa, donde todo va y viene, no hay preocupaciones, no hay problemas, Aunque ahora en lo único que pienso es en una cama para dormir hasta el día siguiente.
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