A medida que avanzas en ese proceso de autodescubrimiento, son más los rayos de sol que te quiebran y te exponen a las cosas que nunca imaginaste. Son esos pequeños destellos los que te hacen pensar en tus metas, en tí mismo, los que hacen que te preguntes a dónde quieres llegar.
Son ellos los que determinan quién eres, lo que te conmueve, lo que puedes resistir, en lo que te involucras y con quienes.
Como cada quien los reciba varía, no todos somos iguales. Unos se queman en pedazos, otros terminan brillando como el sol. Ahora esto último depende de cada quién. Depende de ti decidir quien quieres ser.
Porque no es lo mismo ser ambicioso a ser ordinario. No se tú, pero yo me rehuso a caer en las corrientes del presente, no me veo a mí misma ser algo que no soy. Aunque termine siendo diferente, distante, solitaria, por lo menos quedaré con la satisfacción de que me mantuve fiel a mí misma y a mis pensamientos durante todo el camino. Ese sería mi gran logro.
Pues prefiero llorar ante verdaderas catástrofes y hasta en las cosas más triviales, en vez de películas y libros. Es el sentido de la realidad el que me agarra y me retiene, mental y emocionalmente, es el deseo de vivir en un mundo diferente. Yo confío en que no habrá un rayo de sol que me queme, yo me nutro de los destellos y dejo que ellos iluminen mi camino. Permito que ellos me muestren mi verdadero ser. Así, me prohibo a mí misma caer en las tentaciones, en las caídas, en las falsedades, me niego a ser impresionable. Yo acepto lo que venga como tenga que venir, y segura de que algún día las todo será como lo quiera vivir.
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