Acabo de cerrar un capítulo e iniciar una nueva etapa. Negué mi realidad, la ira se apoderó de mí, me pregunté mil veces qué pude hacer para cambiarlo, lloré del dolor, para aceptar este nuevo desafía y dar cabida a todo lo nuevo que me espera en la vida. Nuevas experiencias, nuevas lecciones, nuevos amigos, seguramente un nuevo look. Porque ya me decidí a dejar atrás quien solía ser y darme espacio para crecer, evolucionar. Algo evidentemente necesario en la vida humana, pienso yo. Aunque con toda esa nueva ola de positivismo, olvidé asimilar las cosas que se estrellarían en mi cara inmediatamente decidiera echar para delante. Primero, la chocante realidad de que, cuento sin falta con cinco personas incondicionales en mi vida siendo dos de ellas mis padres. Triste, ¿no? Y segundo, que de repente mi vida es más inestable que una yola cruzando a Puerto Rico. En esta nueva fase me lanzo a hacer nuevos amigos, sí, de esos que un día te adoran y mueren por ser tus cómplices y al día siguiente ni te conocen. Salto en un vacío donde la mayoría de los días estoy sola, y la felicidad viene por momentos, espacios breves en los que nada se siente, para luego quedar conmigo misma. En la soledad, en la que mis pensamientos generalmente abundan en esas cosas que duelen, aunque también, en ocasiones, crean un nuevo imaginario donde me adentro hasta que pasan las horas. Es a este imaginario al que he decidido apegarme en los tiempos venideros. Sin embargo, mirando atrás, entiendo que los últimos años de mi vida, aunque marcados por lo que denominaré grave error y una gran lección, han sido necesarios. Y este mes, esta vida, esta nueva rutina, aunque duele por momentos, me está llevando millas más cerca de la mujer que quiero ser.
Monday, July 25, 2011
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